Hace mucho que no escribo por aquí.
Han sido unos meses muy intensos los últimos que he vivido.
Tanto que me han hecho perder hasta la noción del tiempo, con lo valioso que es.
Implicada en política hasta la médula, no ha sido hasta hace unos días que no he podido ir recuperando parte de la normalidad.
Sí.
Sólo parte porque aún necesito un poco más de tiempo para recuperarla del todo.
Otra vez él, el tiempo.
Y mientras tanto, como me ocurre cada cierto tiempo, necesito llevar a cabo mi propia catarsis.
Tocar ligeramente el fondo de mis propias profundidades con la punta de los dedos para de un impulso, volver a subir a la superficie.
Hay quien piensa que es señal de debilidad reconocer la necesidad de tocar fondo de vez en cuando, tal vez por eso el ser humano evita reconocerlo, porque nadie quiere parecer débil ante los demás. Yo creo que es más cuestión de humanidad.
Creo que cualquier mortal, precisa de ella para regenerarse, renovarse y reinvententarse.
Tocar fondo en sí, no es negativo, siempre y cuando no te quedes ahí obviamente.
Buda decía que el dolor a veces era inevitable, pero que el sufrimiento era opcional.
Gran verdad.
Al final, la actitud es lo esencial.
Lo que haces con tus restos, con las piezas rotas, el modo de recolocarlas para que funcionen más y mejor.
Es un arte casi.
Un arte porque cada uno lo hace a su manera: hay quien necesita aislarse del mundo y su mundanal ruido, hay quien viaja, quien desenchufa socialmente de todo lo que le rodea, quien se encierra en soledad para lamerse sus heridas...en definitiva tantas formas de levantar cabeza como motivos para tocar fondo.
Y ahí está el arte, cada uno lo hace a su manera.
Resurjamos pues y que sea lo que Dios quiera.