lunes, 17 de febrero de 2014

5490

Mirar hacia el norte como objetivo. Buscando ese norte.
A las espaldas, una mochila con algo de ropa y algo de dinero.
Un móvil tal vez.
Y por supuesto el amor de la familia. De los amigos. De la tierra en la que nacieron y que es demasiado estéril para ofrecer apenas alimento a alguien joven y fuerte con toda la vida por delante. O por detrás. Según se mire.
Y así empieza la Odisea.
La odisea en África. Más real y cruel que la de Homero sin duda.
Buscando la libertad. Encontrando, la muerte.
Odisea que supone atravesar zonas geográficas que no se habían ni imaginado. Ni conocido su existencia hasta que dejan sus huellas en ellas. Montañas, ríos, zonas áridas. Frío. A la intemperie. Dejando casi de lado a veces hasta la propia dignidad. A veces humillados. Vilipendiados. Utilizados. Explotados.
Desconociendo idiomas y aprendiendo algunas palabras sobre la marcha.
No importa.
Valdrá la pena si pueden llegar a ese mundo donde las personas son civilizadas. Donde se respetan los derechos de los seres humanos. Donde las sonrisas y los gestos amables abundan. Donde algún día encontrarán la oportunidad de trabajar en lo que sea. Y desde donde podrán hacer felices a sus familias cuando reciban sus noticias.
Luchar por la dignidad no es malo.
Lo malo es perderla dando la espalda al que te necesita.
Escurriendo el problema.
Mirando para otro lado.
Mientras tanto aquí, a este otro lado de África, los supuestos protectores de la dignidad del ser humano y de sus derechos cruzan los dedos porque pase pronto el temporal. El de las críticas. El del cuestionamiento. Si no estás de acuerdo te tachan casi de antipatriota. De querer sacar rédito (¿qué rédito se puede sacar a unas muertes?).
Y te dicen, quienes piensan que bastante tenemos con nosotros mismos como para aceptar a nadie más, que te los lleves a tu casa. A mi casa. Obviando que mi casa, la que comparto con ellos, es Ceuta. Es España. Es Europa. Y en esta mi casa, me parece terrible que busquemos argumentos para justificar muertes antes que hacer autocrítica y depurar responsabilidades.

5490 son los kilómetros que separan Camerún de Ceuta. 5490 kilómetros mirando hacia el norte, dejando todo atrás. Viajando por selvas, de las de verdad. Por montañas y desiertos que acaban en el mar. 5490 kilómetros caminando. Buscándose la vida para subsistir. Y para alcanzar el sueño. Aunque solo sea por unos segundos.
Y a 5490 kilómetros, alguien, una madre, unos hermanos, unos amigos, esperando noticias que anuncien que finalizó la odisea. La odisea africana en busca de algo mejor…
Sin saber que esa llamada, nunca llegará.





lunes, 10 de febrero de 2014

NOSOTROS Y VOSOTROS

   Este es un artículo de opinión que redacté en septiembre de 2010. Sigo viéndolo a la orden del día, por desgracia.
....
   Hoy escribo sobre algo que tenía pendiente y que me han pedido en reiteradas ocasiones. Personalmente, no considero necesario que parte de la población de Ceuta, la musulmana, tenga que estar constantemente reivindicando el país de su nacionalidad, pero también comprendo su hartazgo de tener que estar haciéndolo constantemente. Dudar de la nacionalidad de unos porque tienen el mismo origen étnico que otros que están al otro lado de la frontera puede acabar creando mucho recelo. En parte, y forzando la empatía, puede hasta resultar comprensible que exista cierta ignorancia y que existan ciertos estereotipos, pero la ignorancia no puede ser la excusa que sirva para segregar a la sociedad ni para amparar o justificar falsos miedos, a veces utilizados incluso para obtener rédito político.
Resulta, por ejemplificadora, incluso para enmarcar, la expresión: “yo soy español y tú musulmán”, y tan a gusto que se queda el que la suelta. Como si ser español fuera una religión o musulmán fuera una nacionalidad. Hartar harta tener que estar constantemente explicando las diferencias entre un concepto y otro. Pero es necesario hacerlo. Imprescindible casi. Todo sea por intentar mejorar la convivencia entre toda la ciudadanía y por hacer conscientes a los unos, de que es difícil que la toda la ciudad progrese sin los otros.
Sin pretender ser victimista, ¿es posible que todas las personas que tengan un mismo origen sólo tengan en común cualidades negativas? Supongo que hay que ser “cortito”, y no me refiero a la estatura de nadie, para pensar de esa manera tan cuadriculada. Obviamente, haber hay de todo en todas partes.
Pero lo importante, es que “nosotros” y “vosotros” formamos parte de un todo, en este caso, ese todo es una ciudad. Es innegable que algunos de nosotros os miramos con recelo y desconfianza a vosotros. Igual que lo es que algunos de vosotros nos miráis con desprecio y sentimiento de superioridad a nosotros. Los unos se cruzan con los otros a diario, a veces se miran con ese recelo, a veces se saludan, a veces se critican (a la espalda por supuesto) y raras veces se halagan. Los unos y los otros, saben que, la mayoría de las veces, no tendrán más remedio que interactuar y relacionarse con “ellos” en el día a día, en la calle, en el trabajo, en los colegios, en las cafeterías, en las administraciones….pero casi siempre, con una especie de límite o frontera mental que fijan las mentes de unos y otros. A veces, algunos pocos consiguen romper esos límites y relacionarse de verdad con los otros, con el “peligro” que ello puede conllevar para la convivencia con los suyos.
Espero que antes que después, seamos conscientes de lo importante que es aceptar la naturaleza heterogénea de la ciudadanía, aceptarse unos a otros con sus virtudes y defectos sin perder de vista el objetivo: una ciudad mejor para tod@s, especialmente, para las próximas generaciones.

Seguidores

Entradas populares