La
industria armamentística está de enhorabuena.
No
conoce crisis. Todo lo contrario.
Los
productores de armas se embolsan cifras astronómicas anualmente. La inversión
de los países en todo tipo de armamento, a través de sus ministerios de
defensa, es una especie de puesta en escena por demostrar quiénes son los más
gallitos del corral. Aunque claro, son datos que no se suelen difundir para
escandalizar lo menos posible y para evitar las críticas en cuanto a la
inversión que se hace con el dinero de todos (ya saben, el concepto de correcto
e incorrecto que tienen algunos).
Asistimos
a tiempos en los que vemos morir de manera totalmente injusta a muchas personas
inocentes y esto se nota especialmente en los países en conflicto: Siria,
Birmania o Palestina están siendo aniquiladas del mapa mundial frente a la
pasividad de la comunidad internacional.
¿Recuerdan
cuando millones de españoles salimos a las calles a pedirle a Aznar que no
interviniera en el ataque a Irak? Repudiamos los asesinatos masivos de
inocentes que sumieron un país bastante desarrollado en el peor y más oscuro de
los pozos del que los expertos dicen que tardarán décadas en salir. ¿Quién
asumió tan alto coste por encontrar unas armas que, desde el principio, los
atacantes sabían que no existían? Pocos son los valientes que se enfrentan a
los poderosos asumiendo el riesgo de las consecuencias negativas para hacer
valer la justicia social. Y pocos son los países que alzan sus voces frente a
los crímenes contra la humanidad que están ocurriendo en pleno siglo XXI. No
ocurre igual con las personas, que afortunadamente sí se atreven a salir a
protestar y a manifestarse ante las injusticias.
Tanto
en Siria, Birmania como en Palestina están muriendo inocentes, se destruye la
prosperidad de esas tierras y de esas personas impunemente. Las mujeres son
violadas y vejadas. Los niños y niñas son brutalmente despojados de sus vidas.
Los ancianos y ancianas son pisoteados. Pero aún así, la población resiste. Son
el mejor ejemplo de lucha y fe que conozco y que me hacen relativizar muchas de
las preocupaciones que nosotros podamos tener en nuestro día a día. Su única
esperanza es continuar con vida, luchar y confiar en que algún día no muy
lejano la paz y la justicia triunfarán.
Paradoja
indignante resulta saber que la acción genocida ideada por el Ministro de la
Crueldad (también conocido como Ehud
Barak), y que peligrosamente ostenta la responsabilidad militar, se denomina
“pilar defensivo”. El genocidio no puede excusarse tan vilmente. Justificar el
asesinato indiscriminado de niños y niñas, población civil e inocentes mediante
el prepotente argumento de la “defensa propia” es tan repugnante y asqueroso
como mirar hacia otro lado sin inmutarse y sin que un ápice de sentimiento
aflore en los corazones.
Toda
aquella persona que haya sentido plenitud en su alma ante el nacimiento de una sonrisa infantil y la haya sentido en
sus brazos debería sentir dolor ante unos cadáveres calcinados que no llegan ni
al primer año de vida. Y si no es así lo más probable es que se compartan los
argumentos del Ministro de la Crueldad, justificando estos asesinatos, en que
la conciencia al igual que las ideas permanecen anestesiadas.
Sin
embargo, la anestesia de las ideas tiene cura, mientras que la anestesia de la
conciencia afecta gravemente al hecho de ser una persona de bien.
Tal
vez por eso no nos resignamos. Sentimos el dolor de las personas sirias,
birmanas y palestinas como un dolor propio. Porque sentir el dolor ajeno es lo
que nos hace humanos deberíamos ponernos en la situación de quienes están
sufriendo y pensar ¿qué haríamos si los de las imágenes fuesen nuestros hijos?
Artículo de colaboración de Fatima Hamed publicado en el Faro de Ceuta 19/11/2012
Artículo de colaboración de Fatima Hamed publicado en el Faro de Ceuta 19/11/2012
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