Mirar hacia el norte
como objetivo. Buscando ese norte.
A las espaldas, una
mochila con algo de ropa y algo de dinero.
Un móvil tal vez.
Y por supuesto el amor
de la familia. De los amigos. De la tierra en la que nacieron y que es
demasiado estéril para ofrecer apenas alimento a alguien joven y fuerte con
toda la vida por delante. O por detrás. Según se mire.
Y así empieza la
Odisea.
La odisea en África.
Más real y cruel que la de Homero sin duda.
Buscando la libertad.
Encontrando, la muerte.
Odisea que supone
atravesar zonas geográficas que no se habían ni imaginado. Ni conocido su
existencia hasta que dejan sus huellas en ellas. Montañas, ríos, zonas áridas.
Frío. A la intemperie. Dejando casi de lado a veces hasta la propia dignidad. A
veces humillados. Vilipendiados. Utilizados. Explotados.
Desconociendo idiomas
y aprendiendo algunas palabras sobre la marcha.
No importa.
Valdrá la pena si
pueden llegar a ese mundo donde las personas son civilizadas. Donde se respetan
los derechos de los seres humanos. Donde las sonrisas y los gestos amables
abundan. Donde algún día encontrarán la oportunidad de trabajar en lo que sea.
Y desde donde podrán hacer felices a sus familias cuando reciban sus noticias.
Luchar por la dignidad
no es malo.
Lo malo es perderla
dando la espalda al que te necesita.
Escurriendo el
problema.
Mirando para otro
lado.
Mientras tanto aquí, a
este otro lado de África, los supuestos protectores de la dignidad del ser
humano y de sus derechos cruzan los dedos porque pase pronto el temporal. El de
las críticas. El del cuestionamiento. Si no estás de acuerdo te tachan casi de
antipatriota. De querer sacar rédito (¿qué rédito se puede sacar a unas
muertes?).
Y te dicen, quienes
piensan que bastante tenemos con nosotros mismos como para aceptar a nadie más,
que te los lleves a tu casa. A mi casa. Obviando que mi casa, la que comparto
con ellos, es Ceuta. Es España. Es Europa. Y en esta mi casa, me parece
terrible que busquemos argumentos para justificar muertes antes que hacer
autocrítica y depurar responsabilidades.
5490 son los
kilómetros que separan Camerún de Ceuta. 5490 kilómetros mirando hacia el
norte, dejando todo atrás. Viajando por selvas, de las de verdad. Por montañas
y desiertos que acaban en el mar. 5490 kilómetros caminando. Buscándose la vida
para subsistir. Y para alcanzar el sueño. Aunque solo sea por unos segundos.
Y a 5490 kilómetros,
alguien, una madre, unos hermanos, unos amigos, esperando noticias que anuncien
que finalizó la odisea. La odisea africana en busca de algo mejor…
Sin saber que esa
llamada, nunca llegará.
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