¿Guerra?
¿Qué guerra?
Pues esta guerra, en la que estamos inmersos sin haber tenido tiempo para armarnos ni para entrenar. Aunque al menos sí tenemos provisiones.
Provisiones para el cuerpo, pero tal vez no tantas para el alma.
Porque no creo que haya alma que no sienta la sacudida de lo que vive.
Porque cambiaron todas las preguntas casi que de la noche a la mañana.
Porque pasamos de planear cosas a medio plazo a conformarnos con medio controlar el día siguiente.
Porque, a veces, es díficil, hasta para el más optimista, sacar fuerza suficiente para animar a quienes te rodean, a quienes te importan.
Porque nunca, hasta ahora, había sido tan importante mantenernos fuertes mentalmente.
Y aguantar.
Y luchar. Siempre luchar.
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