Si al hablar intentas decir algo pero mezclando conceptos totalmente distintos, el resultado puede ser, si se me permite la expresión, una especie de mejunje, que da lugar a críticas. Y supongo que eso es lo que le pasaría a la Ministra de Igualdad la semana pasada cuando en su intervención acerca del papel de las mujeres en la alianza de civilizaciones mezcló culturas con creencias religiosas y procedió a criticar que “los hombres árabes o musulmanes (sin tener en cuenta que uno y otro término no tienen por qué ir indisolublemente unidos) que residen en España puedan vestir al “modo occidental” mientras las mujeres llevan el velo y vestidos largos”.
Supongo que las españolas no entramos dentro de su afirmación (¿o sí?) ya que la Ministra sabe que no todas las personas de nacionalidad española somos de religión cristiana, apostólica y romana, sino que en nuestro país hay gente de distintas creencias o que prefiere no creer en nada. Cada cual es libre de creer en lo que quiera, al menos según la Constitución.
Pero hay algo que se debería de tener presente, y es, que la fe no es discutible, o al menos yo así lo entiendo, ya que pertenece a la subjetividad de cada individuo. Siempre y cuando no perjudique a los demás por aquello de que mi libertad acaba donde empieza la de mi vecino. Tal vez por ello lo esencial es el respeto. ¿Qué más da cómo se vista cada cual si sabemos que lo hace dentro su libre y propia elección? ¿Tiene alguna repercusión sobre los demás que la persona que esté a nuestro a lado lleve un velo en la cabeza, o un piercing en la nariz, o una cresta rosa al más puro estilo punky? Sinceramente, creo que no. Lo verdaderamente preocupante son las tasas de desempleo que junto a la economía son los asuntos más preocupantes que afrontamos, y visto desde una perspectiva de género, que las mujeres seguimos percibiendo salarios notablemente inferiores a los de nuestros compañeros masculinos en el desarrollo de los mismos trabajos, algunas tienen que convivir con la amenaza de sufrir cualquier tipo de violencia sobre ellas, continuamos disponiendo de muchas menos horas para nuestro ocio, y en definitiva, lo de conciliar sigue siendo una tarea más que difícil para las que no queremos renunciar a nada. Estos asuntos nos afectan a todas por igual, sin ninguna distinción, y son susceptibles de mejora porque supondrán la mejora de toda la sociedad española actual y de la futura.
No sé qué pensará la Ministra de una mujer que defiende la Constitución y las leyes (como ella), que viste “al modo occidental”, que defiende los intereses de la ciudadanía y que a la vez lleva un pañuelo en la cabeza, pero espero que no piense que es una “rara avis”.
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