Cuando los grandes pensadores y pensadoras
de la actualidad se siguen reuniendo y debatiendo acerca de la convivencia, la
interculturalidad y las fórmulas para acertar con un modelo social inclusivo de
todas las personas que lo componen resulta que la respuesta se la podía haber
dado hace tiempo el señor Vivas.
Y es que para el mismo, no hay mayor
muestra de eso de la convivencia que disfrutar de la riqueza (culinaria claro).
El alcalde y su té moruno se erigen en
paradigma de la convivencia en la España del siglo XXI.
El significado mayúsculo de lo que supone
convivir.
Y es que el mejor ejemplo de
interculturalidad que se le ocurrió al que (supuestamente) es el
Alcalde de todos y todas no fue precisamente el más acertado. Utilizar como
argumento el de tomarse un té moruno de
vez en cuando para intentar expresar o poner ejemplos acerca de lo
intercultural que alguien se considera no transmite más que se tiene un
concepto equivocado y oportunista del verdadero significado de esa palabra.
Oírle decir eso durante el debate sobre el
estado de la ciudad fue la más clara prueba de que algo no funciona en relación
a eso con lo que a muchos y muchas se les llena la boca: convivencia.
Como decían en las redes sociales, “entonces los hay que son de lo más
interculturales porque se comen una ensaladilla rusa o una tortilla francesa”... pero
bromas al margen, es algo preocupante.
Tal vez sea demasiado utópico e idealista
por mi parte pretender que las relaciones sean de tú a tú, sin golpes de pecho,
sin victimismos, desde la sencillez que debería caracterizar las relaciones
humanas.
Muchas veces, se sigue anclado en el
"nosotros y vosotros", al igual que siguen vivísimos los prejuicios y
demás delimitaciones y techos mentales que impiden, a unos y a otros,
establecer una relación simplemente entre personas. Desde la sencillez y la
humildad.
Pero afortunadamente, nos consta que esa
manera de interactuar con los demás existe y es posible. Desde el respeto total
y absoluto a las diferencias que tanto aportan en las relaciones humanas.
Diferencias que hacen que nuestra ciudad
sea como un puzzle en el que, por el bien de las próximas generaciones, tienen
que encajar todas las piezas.
Pero una cosa es que existan diferencias y
otra muy distinta que haya desigualdades.
Las diferencias (de religión o de cultura)
no pueden ser aprovechadas sólo para vender las excelencias de nuestra ciudad
en Fitur cada vez que toque, ni la convivencia puede servirle al gobierno
únicamente para dar nombre a un premio.
Que los demás sean diferentes no significa que sean mejores ni peores y
si realmente se cree en la convivencia y en la interculturalidad no hay nada
mejor que predicar con el ejemplo, y no precisamente tomando un té. Como decía
Luther King: “Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces;
pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”.
Cuesta mucho resaltar las conductas humanas como tales...
ResponderEliminarNos deshumanizamos....
Un abrazo
Mía
Gracias por tu comentario Mía, espero que no perdamos esa humanidad que se nos presupone,
ResponderEliminarsaludos,
Fatima